Hacia 1850 aparecieron músicos itinerantes conocidos como trovadores, en el Oriente de la isla, especialmente en Santiago de Cuba, ganándose el sustento cantando y tocando la guitarra. La gran variedad de expresiones artísticas, sus innumerables tradiciones y costumbres, sus raíces indígenas, su pasado escrito sobre profundas huellas, sus cadenas y victorias, su presente agitador y sus enormes ganas de expresar todo aquello que le de libertad. Todos estos elementos son fuentes de inspiración que nacen en nuevas voces. En principio influenciado por el hermano país de Cuba, también por la música de Estados Unidos y mucho más por la música folclórica de Sudamérica.
Desde el siglo XIX, puede hablarse de una Trova Tradicional Cubana, cuyos cantautores son considerados portadores y protagonistas de una cultura popular. La mayor parte de estos trovadores tradicionales provenía de los estratos más pobres, campesinos u obreros, por lo que su poética identificaba a una gran parte de la población cubana.
A partir de los años 40 del siglo XX, dentro de la tradición trovadoresca, un grupo de músicos empezó a experimentar con construcciones armónicas propias del jazz y del blues norteamericano y también enfatizó en una interpretación más emocional de los textos y de la música, y de esta manera nació una corriente nueva que obtuvo el nombre de “filin”, término que definía no sólo un estilo musical, sino también a toda una actitud ante la vida.
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